El PP de nuestra provincia está empeñado en provocarnos una continua vergüenza colectiva: por un lado, en El País nos cuentan en un artículo de este domingo que los empleados de la Diputación obtienen unos ingresos sustancialmente superiores a los de la media de los trabajadores ourensanos. Por ejemplo, el chófer del Sr. Baltar cobra, según El País, 47.000 euros al año como "asesor de seguridad". Es indignante, es una tomadura de pelo, que eso ocurra en una de las provincias españolas con salarios más bajos. El intercambio de trabajo por votos aún funciona, por desgracia, pero cada vez hay más gente que se da cuenta de que eso es, además de una inmoralidad, pan para hoy y hambre para mañana.
Por otro lado, La Voz de Galicia publica un artículo que demuestra, una vez más, el nivel cultural y el interés por el patrimonio histórico que tiene el PP de Pereiro de Aguiar. Según informa el periódico, el pasado 7 de febrero se demolió un antiguo horno de piedra que databa de 1850. Es cierto que todavía no estaba catalogado y protegido por la Consellería de Cultura, pero eso no justifica que el Concello falte a su obligación de "proteger, defender, realzar y dar a conocer el valor cultural de los bienes integrantes del patrimonio cultural de Galicia que radiquen en su término municipal".
En la (in)cultura de la política del cambio de votos por contratos de trabajo a costa del contribuyente y que es incapaz de entender el desarrollo económico, social y urbanístico como algo más que una combinación de asfaltado infame y farolas horteras, no hay que sorprenderse de que para nuestros responsables municipales un horno de piedra del siglo XIX no sea nada más que un montón de piedras viejas.
¿Y por qué lo han tirado? ¿Amenazaba ruina? ¿Se va a construir un parque? Pues no. Parece ser que el objetivo es construir un velatorio. Sí, un velatorio. Otro componente clave de esa visión arcaica de la política que (no por mucho tiempo) aún tenemos que sufrir por aquí, basada en la insultante premisa de que a la gente de los pueblos y aldeas se la contenta con asfaltar hasta la puerta de su casa, ponerles una farola, construirles un velatorio y de vez en cuando invitarles a una paparota.
Conviene aclarar, además, que muchos de estos velatorios se disfrazan bajo el eufemismo de "centros sociales", pero en los que jamás se ha celebrado una actividad que no sea la de velar un muerto o votar en una mesa electoral. Y así están los mayores de la mayor parte de las aldeas de esta Galicia interior: aburridos hasta la náusea, sin nadie que les ayude a pasar las largas tardes del invierno con juegos, cuentos, conciertos, bailes o películas,... Y no es por falta de centros sociales, sino por desidia de estos gobernantes municipales y porque esos locales no se usan más que como velatorios.
Señores del PP: seguramente la gente de los pueblos y aldeas agradecen estos velatorios, pero agradecerían infinitamente más que respetaran su patrimonio cultural y, sobre todo, que respetaran su inteligencia.
Con estas vergüenzas colectivas que nos hacen pasar, ¿aún les sorprende la evolución de sus resultados en las últimas convocatorias electorales? Y más votos que van a perder.
En la (in)cultura de la política del cambio de votos por contratos de trabajo a costa del contribuyente y que es incapaz de entender el desarrollo económico, social y urbanístico como algo más que una combinación de asfaltado infame y farolas horteras, no hay que sorprenderse de que para nuestros responsables municipales un horno de piedra del siglo XIX no sea nada más que un montón de piedras viejas.
¿Y por qué lo han tirado? ¿Amenazaba ruina? ¿Se va a construir un parque? Pues no. Parece ser que el objetivo es construir un velatorio. Sí, un velatorio. Otro componente clave de esa visión arcaica de la política que (no por mucho tiempo) aún tenemos que sufrir por aquí, basada en la insultante premisa de que a la gente de los pueblos y aldeas se la contenta con asfaltar hasta la puerta de su casa, ponerles una farola, construirles un velatorio y de vez en cuando invitarles a una paparota.
Conviene aclarar, además, que muchos de estos velatorios se disfrazan bajo el eufemismo de "centros sociales", pero en los que jamás se ha celebrado una actividad que no sea la de velar un muerto o votar en una mesa electoral. Y así están los mayores de la mayor parte de las aldeas de esta Galicia interior: aburridos hasta la náusea, sin nadie que les ayude a pasar las largas tardes del invierno con juegos, cuentos, conciertos, bailes o películas,... Y no es por falta de centros sociales, sino por desidia de estos gobernantes municipales y porque esos locales no se usan más que como velatorios.
Señores del PP: seguramente la gente de los pueblos y aldeas agradecen estos velatorios, pero agradecerían infinitamente más que respetaran su patrimonio cultural y, sobre todo, que respetaran su inteligencia.
Con estas vergüenzas colectivas que nos hacen pasar, ¿aún les sorprende la evolución de sus resultados en las últimas convocatorias electorales? Y más votos que van a perder.
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