lunes, 9 de febrero de 2009

Feijoo sufre su propio temporal


Lo que está pasando en el Partido Popular en las últimas semanas es algo que debería de preocupar a todos los demócratas de este país. Que el segundo partido más votado en este país, un partido que ha gobernado durante ocho años el Estado y durante una eternidad Galicia, un partido que tiene la obligación de defender y representar una forma de entender la sociedad que tienen muchos ciudadanos (que podemos no compartir, pero que como todos los puntos de vista es legítima y respetable), se desayune día sí y día también con escándalos de espionaje, de corrupción, de "olvidos" de cobros a través de cuentas de las Islas Caimán, es algo que afecta seriamente a los mismos cimientos de nuestra democracia.


Para que la democracia funcione es imprescindible que los ciudadanos confíen en que sus políticos, con mayor o menor acierto, utilizarán sus cargos para mejorar sus vidas, para hacer avanzar la sociedad, para garantizar el derecho al trabajo y a la vivienda. En definitiva, que los utilizarán para aquello para lo que han sido elegidos: para servir al pueblo. Porque los políticos tienen que ser eso, y únicamente eso: servidores públicos. Cuando los ciudadanos dejan de percibirlos como tales, cuando el escepticismo y la desconfianza hacia la clase política se extienden por la ciudadanía, se está abonando el terreno para la irrupción del populismo y los extremismos, que nunca han aportado nada bueno y llevan el desastre impreso en su código genético.

Luis Carrera iba a ser, según Núñez Feijoo, el "responsable del futuro equipo económico del PP para toda Galicia", es decir, el garante del dinero y las inversiones de los gallegos y el llamado a liderar la reforma de las cajas de ahorro gallegas. Miedo da pensar en cómo podría gestionar el dinero del pueblo quien "olvida" declarar pagos recibidos por un total de 240.000 euros. Total nada, una minucia, a cualquier contribuyente se le olvida declarar una calderilla como esa. Por no mencionar que fue despedido fulminantemente de Rodman por motivos poco claros, y que le pareció poca la indemnización de 200 millones de pesetas que cobró al dejar Caixanova, pues se fue al juzgado buscando más.

Y Feijoo se encuentra, así, en una situación kafkiana. Dice que "retiró" al número uno por Ourense, pero resulta que es una decisión que depende únicamente del Sr. Carrera una vez terminados los plazos fijados por la Junta Electoral. Ahora los votantes del PP en Ourense tendrán que votar con una papeleta encabezada por un señor de ética bastante más que discutible y que en realidad no se presenta. Por otra parte, Baltar se relame los bigotes saboreando el bocado que le acaba de dar al superagente 009 y le traiciona el subconsciente (o no) al decir que "el PP empieza así a dar muestras de seriedad y de hacer lo que hay que hacer". ¿Afirma pues, Baltar que hasta ahora el PP no daba muestras de seriedad, o que no sabía lo que había que hacer? Para Baltar está claro lo que había que hacer: cuando alguien le hace las listas electorales sin su permiso y pisándole su feudo, pasa lo que pasa: que aparecen dossieres en la Cadena SER.

Pero sigue el temporal sobre Feijoo: cuando el pobre aún se estaba recuperando del susto, va Garzón y enchirona por corrupción a otros personajes de dudosa moralidad, entre los que se encuentra Pablo Crespo, ex-secretario de Organización del PP en Galicia, y viejo conocido del círculo pontevedrés de Feijoo, Ana Pastor y Mariano Rajoy. Eso sí, según Cospedal, es una "cortina de humo" organizada por el PSOE, lo mismo que dijo del escándalo de los espías de la Comunidad de Madrid hace sólo unas semanas. No es de extrañar que Feijoo, siguiendo su costumbre (aprendida en tiempos del Prestige) coja un avión y se escape a Argentina, a ver si allí tiene un poco de tranquilidad y dejan de darle disgustos. Pero poner tierra de por medio no va a hacer que se olvide en Génova algo evidente: fue él quien apostó personalmente por Luis Carrera y quien lo presentó como el fichaje estrella para estas elecciones, el paradigma de la renovación del PP. Y fue él quien decidió que Pablo Crespo lo representara en el Consello de Administración de Portos de Galicia (a pesar de que vivía en Madrid y no asistía a las reuniones). Es mucha, pues, su responsabilidad política. Y muy poco el crédito político que le queda.

Es evidente que estos escándalos pueden provocar un claro perjuicio electoral al PP, pero eso no es lo importante. Lo realmente serio es que el PP ha olvidado, encenagado en sus luchas intestinas, cual es su responsabilidad como partido de la oposición, como partido que pretende ser alternativa de gobierno. Ni este país ni los votantes del PP se merecen estos espectáculos tan poco edificantes y tan nocivos para la salud de nuestra democracia.

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